martes, noviembre 22, 2005

Alegrías y Preocupaciones Sobre el Manuel de Salas




Hace unos días me tocó participar en la organización de la Kermés del Liceo Manuel de Salas donde estudia mi hijo mayor. Esto implicó un fuerte trabajo ya que asistían más de 5 mil personas, había más de 60 stand, necesidades de seguridad y montaje y un programa cultural que entre número y número duró entre las 10 de la mañana hasta las 20:00 de la tarde.

Fue un evento hermoso que exigió al máximo a los que en él participamos. Una gran experiencia sumado al gusto de ver la onda de este colegio que es diferente a la de todos los demás. Con gran participación de los padres súper comprometidos con sus cursos y sobre todo con esa sensación que siempre me ha maravillado en que siento que la gente se apropia de él, con su espacio, su parque e instalaciones. Uno se termina enamorando del Manuel de Salas y su entorno, lleno de problemas y contradicciones pero al final tanto los alumnos, como los apoderados y los profesores en su mayoría termina haciendo suyo esta institución.

Aterrizando nuevamente debo decir también que hay cosas que me producen ruido en el colegio y no son pocas. Por ejemplo cuando ya habían actuado una serie de números artísticos en el escenario del parque que habíamos instalado se presentó un grupo de música Punk. Los muchachos mientras probaban los instrumentos y a vista y paciencia de todas las familias y los niños que estaban presentes que eran muchísimos –obvio pues era una Kermés familiar y comunitaria- mandaban saludos por el micrófono a todo volumen de este calibre, “Saludos al conchesumadre del willy que está allá atrás” “Díganle al culiao del Rodrigo que deje de joder” y varias más. Una apoderado respetuosamente se acercó a los muchachos y les pidió que terminaran con los garabatos, pero no la pescaron para nada y cuando se dio vuelta el vocalista le hizo un contundente “Pato Yañez”. Luego me acerqué a conversar con ellos y a decirles que debían ubicarse en el contexto en que estaban, por suerte me escucharon y bajaron la intensidad de la tontera.

Terminada la prueba de sonido pasaron al primer tema que incluía harta “mierda”, “culiaos”, “conchesumadres” y otros. Créame buena música, no tocaban nada de mal, abajo del escenario una decena de seguidores al estilo de esta tendencia chocaban desenfrenadamente se pegaban patadas etc. Entre medio un padre indignado se metió en la caja de sonido y furiosamente desenchufó todos los cables gritando que esto no se podía permitir. A esa altura me puse nervioso y también caí en la tentación de cortarlos pero finalmente fui aplacado por otros miembros de la organización que le bajaron el perfil al incidente y lograron sacar adelante el asunto.

Sin embargo entre esos mismos padres que pusieron más cabeza fría vi y escuché algunas actitudes que me son muy difíciles de digerir ahora. En medio de uno de los temas se rieron de las personas entre los que me incluyo que estábamos complicados con el lenguaje y actitud de los cabros. Dando a entender que éramos muy moralistas al no aceptar esa “expresión artística”. Luego más tarde al comentar lo que paso a otros padres percibí lo mismo en algunos. “Es una expresión que debemos respetar”, “Son parte del colegio y debemos escucharlos” y otras similares.

Me es difícil entender estas posturas que apelan al todo vale, a mi me gusta la música punk tanto los legendarios Sex Pistols, como The Ramones, algo de los más Light Green Day y los nacionales Fiscales Ad Hok. También digo garabatos y los digo habitualmente, los apoyó y respeto como forma de expresión valida y social. Sin embargo creo en la importancia cardinal de los contextos. Por ejemplo de vez en cuando veo una película “para adultos” pero jamás la vería con mi hijo de 6 años, no trato a mi familia a garabatos, y en las reuniones formales trato de diferenciar mi lenguaje al que uso en una salida con amigos.

Me gustaría que mis hijos aprendan eso, saber que hay momentos y contextos, que marcan principalmente el respeto que tenemos hacia los otros, sin ese respeto pasamos por delante de todos los demás y de alguna manera nos deshumanizamos por que el otro nos da lo mismo.

En esta perspectiva sin duda nos equivocamos a poner a estos muchachos en un horario familiar, lo hicimos porque no los conocíamos pero mal igual. Pero a mi juicio ahí el problema no eran las canciones en si, eso podría pasar abriendo al máximo la mente, el problema era que los adolescentes en cuestión no entendían que debían mirar más allá de su ombligo y tenían que evitar insultar en la prueba de sonido a todos los que estábamos presentes. Eso los empobreció a ellos, y nos agredió a aquellos que no queríamos escuchar estupideces a micrófono abierto. Seguramente en un recital en la noche lleno de adolescentes da un poco lo mismo, pero en el contexto de una Kermés fue desubicado.

Pero los muchachos son niños finalmente, mucho más me irrita el poco respeto de esos papás que se rieron de nuestra molestia, con esa cínica actitud “liberal” de cuarta categoría de que ellos son “tan tolerantes”. Los niños y los adolescentes necesitan contención y ubicuidad, necesitan que los padres y las figuras adultas actúen como padres y no como amigos o compadres. Estos padres de manga ancha generan muchas veces jóvenes perdidos en el mundo con vidas vacías, decir que si a todo es una forma cómoda de desidia, carente de cariño y dedicación finalmente.

Es curioso como ese dejar hacer y usar la ironía para mirar al otro en nombre del respeto a la expresión termina generando el efecto contrario a ello, porque a esos adultos les da lo mismo lo que los otros piensen, se ríen soberbiamente de el resto, y terminan siendo infinitamente más desubicados que los chicos Punk.

A veces los padres exigimos a los colegios y sus profesores que eleven la calidad de la educación, que sean pertinentes y acojan al máximo a nuestros hijos, que sean evaluados por parámetros exigentes, que mantengan la disciplina dentro y fuera de la sala de clases, y que instalen el respeto como valor número 1. Sin embargo muchas veces un gran número de apoderados no dan la nota en alguno de estos exigentes parámetros. Doble discurso, uno más.

viernes, noviembre 11, 2005

Bonus Track: Recuerdos de la UPLA. Aceituno y el Huaso




Aceituno era un profesor contratado para guiar las prácticas profesionales de los alumnos de Historia y Geografía. Semejante cargo le permitía ostentar el poder de “vida o muerte” en el crepúsculo de nuestra vida universitaria y él conciente de ello manejaba y disfrutaba dicho poder. Según escuché, -aunque ahora dudo de ello- a muchos les había reprobado las prácticas.

Cincuentón, moreno, poncheron, crespo, de bigote cuadrado y lentes poto botella, pinta como funcionario público jubilado, hablaba cargado a la “sh” y con garabatos, parecía más un feriante que un académico.

Como muchos era parte del sector de los profesores entrados por la ventana, su nexo era la amistad intima la amistad que mantenía con el jefe de Departamento de Ciencias Sociales, al cual siempre se refería como el “Masca Chicha” recordando sus incontables carretes en conjunto en el “Barrio Chino” .

Aceituno fue mi profesor guía en el Liceo Número 1 de Niñas de Valparaíso. Recuerdo que en nuestro primer encuentro – como siempre lo hacía con todos los estudiantes- nos llevó a un grupo de 6 practicantes en su Fiat 125 bien apretujados a recorrer los liceos del puerto para encontrar un establecimiento que nos quisiera recibir. El trayecto demoraba un día completo, pues se bajaba en cada colegio a conversar con el director o directora –personajes conocidos por el y más o menos de su calaña- llevando consigo los alumnos escogidos dedocraticamente para practicar allí, el resto debíamos esperar horas en el auto hasta que lograra su objetivo, o que fallará y trajera a los muchachos de vuelta. El recorrido incluía además vueltas a la universidad a cargar más practicantes. Uno se sentía como un perro “kiltro” al que iban a ofrecer a diferentes casas esperando alguna viejita de buena voluntad que te quisiera acoger.

Aceituno me tomó buena de una forma muy extraña. Al segundo día de comenzar la práctica en el liceo le solicite a la profesora encargada del curso que me tocó que me dejará comenzar a hacer clases. Esa jornada me fue a visitar mi profesor guía, abrió la puerta de la sala y me vio en labores de maestro, se le salieron los ojos de sus órbitas y ante la impávida concurrencia de las pinguinas y la profesora presente me agarró de la oreja y me sacó fuera de la sala cual cabro chico:

- “Que se te ocurre que estai haciendo ohhh”

- “Haciendo clases profesor”.

- “Pero quién cresta te ha dado autorización, no cachai acaso que según el reglamento vos recién debis comenzar el otro mes a dar clases”. Nunca jamás conocí el reglamento ni hasta donde luego supe nadie lo conocía. Más que reglamento a Aceituno le molestó que no le informara antes.

- “Cachai que te voy a cortar la práctica por esto”.

- “Pero profesor disculpe no sabía del reglamento, pararé de inmediato de hacer las clases”. Me miró con cara paternal y en un giro absolutamente inesperado me abrió la puerta de la sala y me dijo.

- “Eris un buen cabro, sigue haciendo clases no más, pero calleuque el loro”.

Un mes después luego de nuevamente observar una de mis clases le hice notar que las alumnas tenían graves problemas para asimilar conceptos abstractos que debieran ir con su nivel cognitivo, por ejemplo no conocían la palabra proceso.

- “Pero mijo teni que hablarles en su idioma pa que te entiendan. El proceso por ejemplo es que un gallo cacha a una mina, primero le pega la cachaa, luego se le arrima, la invita a pasear, después la pololea un rato, se van a lo oscurito, luego le pega agorronsitos y por último se la come. Cachai”


El Huaso

El Huaso era un compañero de historia originario de Nogales, pueblo rural de sólo una calle colindante con las urbes de Quillota y La Calera. Con cara de ruralidad, coloradito, grandote, de aspecto orangutanado, al muchacho se le entendía bien poco porque hablaba como huaso. Todas sus frases sonaban como que estaba retando a una yegua chucara, o sea con un remate como “gueyyyy”

Era común verlo trenzado en discusiones de alto nivel intelectual con compañeros de Quillota, Olmue, La Calera u otras. En ella solían abordar temas de ámbito regional y Hortofrutícola. Muchas veces le escuché al Huaso increpar por ejemplo a un compañero Quillotano:

- “Saale pa ya hueon Quillotano tu pueblo de mierda nunca ha producido chirimoyas, toas salen de Nogales”

O a otro de La Calera:

- “Vos Calerano al peo, en tu pueblo no les crece ni una huea en las matas, no como en Nogales”

Y así siempre podía sacar un argumento descalificatorio frutal. Siempre se agarraba con los de las zonas interiores agrícolas. Con los de Valpo, Viña y Santiago obviamente no tenía muchos kilos ni mayas que comparar para hacernos sentir mal.

El Nogalito representaba algo así como el tercer mundo de la UPLA quizás incluso el cuarto. No le iba muy bien, siempre rozaba la expulsión por notas y la mayor parte de los cursos los pasaba por segunda, tercera y cuarta oportunidad. Pero como la Universidad no era precisamente un coladero, el Huaso llegó a la instancia de poder hacer su práctica.

Aceituno fue su profesor. Mala cosa para él porque el académico no era precisamente discreto. El tenía un ranking de alumnos en práctica que le mostraba a todo el mundo, de preferencia a los mismos alumnos. Era como una tabla de posiciones y el Huaso irremediablemente se iba todas las semanas de por lejos a la segunda división. Siempre decía que el “Cabro ahuasado no sabe hablar” “Que los alumnos no lo pescan” “Que partió cortao” etc.

Por lo anterior resultó una gran sorpresa cuando terminamos el semestre vimos que el Huaso había aprobado la práctica. No calzaba por ninguna parte. Aceituno juro y re juró que lo rajaba y en verdad un mínimo criterio de compasión con la educación chilena y la formación de las futuras generaciones ameritaba que el alumno no lograra su objetivo, el compañero por decirlo suave ni siquiera hablaba de corrido.

El misterio permaneció algunas semanas aunque el Huaso jurara que se lo ganó en la cancha, nadie le creía. Obviamente tampoco se lo preguntaríamos a Aceituno en su cara. Hasta que apareció una versión verídica de alguien confiable nuestro compañero denominado “El Perro”.

El Perro que compartió Liceo de práctica con el Huaso me confidenció que vio el instante en que este cabizbajo salía de su último día de práctica de la sala de clases, y como era una tradición atrás Aceituno lo venía increpando por sus faltas en el aula. En el pasillo del colegio mientras los alumnos salían a recreo vio el instante en que por primera vez el Huaso miro a los ojos desafiante a Aceituno. Seguramente este ya le había comunicado definitivamente que había reprobado la práctica y ahí se produjo un instante glorioso e inolvidable, según El Perro, el Huaso que hablaba mal pero fuerte le dijo al Profesor guía “Pero profe no sea así arreglémoslo con Paltas”.

Haciéndole honor a su apodo, el fiel relato del Perro pudo corroborarse días después cuando el Huaso llegó a la Universidad en un camión de feriante repleto de paltas. Sin pudor preguntó hasta encontrar a Aceituno. Según dijo, se las había vendido, sin embargo ya todo cuadraba, simplemente se había establecido que una original forma de pasar las duras pruebas universitarias era ser oriundo de una zona de tierra generosa.