
El viernes fui con la Patty y unos estimados amigos a ver el documental “Salvador Allende” de Patricio Guzmán. Debo decir que iba un tanto prejuiciado, me esperaba ver a lo menos una visión autocomplaciente e incluso panfletaria del Líder de la UP. Pero Guzmán que es un gran documentalista, expresa su visión, sin pretensiones objetivisantes y con ello logra abrir el tema y no encapsularlo, dejando en el tintero más preguntas que respuestas y más reflexiones que gastadas certezas.
La tesis fundamental de Guzmán es que Allende antes que un Marxista era un demócrata inspirado en los valores republicanos de la revolución francesa, que su intento de encontrar la justicia y la igualdad a través de la democracia no respondía a una estrategia maniquea sino a su convicción valórica de lo que moralmente debía hacer para redimir las injusticias de una sociedad desigual..
Curiosamente la semana pasada un ex miembro de la KGB vino a refrendar esta tesis, señalando que Moscú nunca apoyó realmente el proceso chileno ya que desconfiaban de la actitud del presidente de no querer acceder al poder mediante las armas. Presión que por lo de más recibió muy evidentemente desde su partido el Socialista y de los grupos “Termocéfalos” como el MIR que querían terminar con el “experimento chileno” y pasar directamente a los “fierros” usando los clásicos moldes de acceso al poder de los movimientos revolucionarios.
Guzmán hace hincapié en la evidente y dramática soledad en que terminó su gobierno por no querer ceder ante las presiones de los golpistas ni de la izquierda radical. Sin lugar a dudas hubiese sido más fácil para Allende una vez instaurado en el gobierno tomar el poder por la vía armada, para ello la URSS y Cuba estuvieron siempre dispuestos a colaborar, era por lo demás el paso natural en plena Guerra fría, como natural fue también que USA se aliara con la derecha y con los militares para derrocar a la UP. Eso, sin duda hubiese precipitado la guerra civil y un gobierno tiránico de minoría, porque no olvidemos que jamás la opción de la UP represento a la mayoría de este país a pesar de contar con un estimable respaldo popular. Chile probablemente habría pasado a constituir un nuevo satélite de la órbita soviética como tantos otros, plagados de despotismo y violaciones a los derechos humanos como la isla de Fidel o la mismísima Unión Soviética.
Y en ello yace la grandeza y la locura de Salvador Allende, el quería un Chile con democracia y socialismo, sin unipartidismo, con la república y sus poderes separados e independientes. Pretendía con una ingenuidad que conmueve doblarle la mano al imperialismo norteamericano y a sus transnacionales sin utilizar la fuerza, sólo con el apoyo popular. En ese sentido como en casi todo lo relacionado con su mandato iba a contrapelo con la lógica política, fue un gobierno de utopía, sin pragmatismo, la política no fue en sus manos el arte de lo posible sino de lo imposible.
Como también los expone Guzmán el devenir de Allende impulsó un movimiento gigantesco de fuerzas, pasiones e intereses incontrolables que venía arrastrando la historia de nuestro país al menos desde los años 30. La derecha preparaba su conspiración sangrienta desde antes de su ascenso, la ultra izquierda lo quería de Kerensky para instaurar la dictadura del proletariado, la población ocupaba las calles, la economía se iba al suelo, el país se dividía y paralizaba, los partidos en el gobierno confundían su accionar y se debatían en sus luchas internas. Se había abierto una grieta por donde soplaron todas las brisas, y en ellas habían vientos de vida y vientos de muerte.
Gobernar sin sustento político lógico, hacer la revolución con el corazón y las ideas, y amenazar al Tio Sam con fusiles de palo, tuvo una trágica consecuencia para la historia de Chile. El golpe trajo consigo el mas oscuro de los episodios jamás vividos, el monstruo se levantó y comió sangre humana. Generaciones debimos vivir bajo la bota del peor dictador y genocida de América Latina. Podemos por tanto leer la propuesta de Allende como una gran irresponsabilidad, se jugó con un fuego que nos termino quemando vivo a todos.
Pero por otra parte Salvador Allende fue coherente hasta el final, prometió dar su vida por sus convicciones y no se entregó a ninguna posibilidad de salida negociada. Soportó todas las balas, todos las bombas, toda la tragedia que comenzó a llover ese 11 de septiembre. Salió muerto de La Moneda en llamas después de ofrecer uno de los más hermosos discursos de la historia universal. Fue un verdadero héroe, de carne y hueso, con sus grandes defectos y su irrealismo mágico .
Solo, sin apoyo de la URSS, ni de la izquierda radical, ni de su partido, ni de la DC, ni de los poderes del estado y con la oposición sediciosa de todos los demás. Muerto siguió en soledad, la necesidad de convertirlo en un mártir perfecto le negó su derecho al suicidio y a su estampa de galán. Debía ser el perfecto revolucionario, su imagen con el casco y el fusil defendiendo la moneda era la imagen que se requería de él. Para ser ejemplo de todas las guerrillas y todos los procesos revolucionarios de izquierda.
Me trae a la memoria el tema del imaginario colectivo y como ese imaginario borra a los verdaderos hombres y los transforma en iconos a veces diametralmente opuestos a ellos mismos. En una escena de “La Ultima Tentación de Cristo” Jesús que nunca había muerto camina confundido por las calles de palestina sin entender porque hablan de él como si no hubiese resistido a la crucifixión y haciendo proselitismo con su nombre. De pronto se encuentra con uno de sus apóstoles que se impresiona al verlo pero luego le dice algo así como “No importa lo que eres y fuiste importa lo que ahora representas”.