sábado, marzo 31, 2007

El Buho


Había una vez un búho que como todos los de su especie amaba la noche, disfrutaba con el resplandor de la luna, mirar las estrellas, y sentir como bajaba el frío y sus plumas se humedecían con la garúa. En la oscuridad sus ojos se iluminaban, salía a cazar, cantaba mientras planeaba, ése era su lugar, su momento, su ambiente.

Una noche la ambigüedad del destino lo persiguió, no pudo capturar ninguna presa, y sintió hambre, no estaba dispuesto a dormir de día sin haber comido nada. Por eso, estiró su actividad hasta las últimas horas de la madrugada y así encontró y se encontró con el amanecer.

La casualidad lo dejó perplejo, hipnotizado, olvidando su propósito y su estómago: ante el se revelaba un espectáculo increíble, un nuevo astro emergía, luminoso, inmenso, fascinante. Nunca había visto el sol, ni había sentido el calor y la tibieza, tampoco los colores y tonalidades del universo, todo se le develaba arremolinado, rápido, fulgurante.

Totalmente embobado permaneció inmóvil observando y disfrutando, la ansiedad engañó a las horas y el tiempo se hizo impreciso. No durmió y llegó la noche y debió salir a cazar nuevamente, debía alimentarse, estaba cansado, aunque la experiencia diurna lo había energizado bastante. Cazó sólo un poco, ni la mitad de lo que estaba acostumbrado pero no le importó demasiado ya que de nuevo salía el sol y otra vez sus ojos se perdieron en una bruma luminosa.

Y así fue transcurriendo el calendario, el Búho esperaba la noche y el día, se enamoroó del sol y de la luna, de la calidez y del frió, de la luz y de las sombras. La oscuridad era la seguridad, su naturaleza, sus instintos, el día la novedad, los colores, y la alegría espontánea.

Ya no dormía y casi no comía. Atrapado en los sentimientos de un corazón dividido. Se fue debilitando, dando sus últimos vuelos, asiéndose de las últimas ramas y sintiendo intensamente sus últimos latidos. En medio de su debilidad feliz y moribunda sus ojos capturaron la penumbra, y en ese final no supo distinguir si amanecía o anochecía.

6 comentarios:

@micronauta dijo...

Qué está pasando?

Luciana dijo...

Me preguntaba qué querría decir esto. ¿Qué hay cosas hermosas y que por gozarlas nos aniquilamos? Hmmmmmm.

Pablo dijo...

Muy bueno el cuento Johny, claro a veces pasan estas cosas y emerge a la superficie nuestro búho, el que nos hace dudar entre dos caminos, entre dos fuerzas interiores, da para pensar...
Ahora bien, me perdonarás pero me quedé con la inquietud de si este cuento está vinculado al anterior de la profesora de francés (¿era una cuyo apellido comenzaba con A y terminaba con T?) o esa historia simplemente quedó inconclusa?
Saludos, Pablo.

Unknown dijo...

Valoro la sutil ambigüedad de la fitura del búho que construyes. Las dos caras de la moneda, sin resolución necesaria, sino manteniéndonos ahí, en vilo, jugando, jugándonos en el juego. Sin síntesis posible, y por ello mucho más humano. A diferencia del búho de minerva de Hegel.

un abrazo buhoístico,
Manuel.

Pola dijo...

Somos ambivalentes y ambitendientes...si nos pusiéramos de acuerdo seríamos una lata. Hablo de los búhos, aquellos que estamos dispuestos a pagar el costo emocional de vivir a plenitud.

Anónimo dijo...
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