viernes, noviembre 16, 2007

Veraneando en Mantilhue IV: Capítulo Final



Finalmente tuvimos la suerte que ese domingo en la tarde pasó una última y milagrosa micro que nos sacó de Mantilhue. En verdad mis recuerdos sobre ello son vagos, no tanto producto del tiempo sino del estado de deterioro que habíamos vivido en el infierno aquel. Recuerdo que irracionalmente pensaba que jamás saldríamos de allí, que era nuestra última morada, nosotros y los coliguachos para siempre unidos en aquel mal llamado balneario.

El bus nos arrojó en Entre Lagos, pueblo intermedio entre la carretera y las termas de Puyehue emplazado en la orilla este del lago. Allí Turistel, esta vez con certeza, indicaba la presencia del camping municipal donde planeábamos quedarnos una noche para al día siguiente migrar rumbo a Frutillar.

El camping municipal era curioso, estaba ubicado en la corta playa principal del pueblo, que además era una plaza de juegos y adicionalmente tenía levantado allí un circo, por tanto las carpas quedaban emplazadas en la arena entre los resbalines los columpios, la jaula de los macacos o el camarín de los payasos. A pesar de tener Entre Lagos sólo una población real y flotante moderada, al ser este sector el más atractivo del lugar, congregaba al pueblo completo los fines de semana, es decir estaba completamente infestado de gente.

Ya casi anocheciendo armamos nuestra carpa, y aunque el hacinamiento era tremendo ya el hecho que no hubiese coliguachos ni un viento tempestuoso que barriera nuestro anafre nos complacía infinitamente. Tan complacidos estábamos que no nos importó que nuestro sitio y carpa quedara pegado a un bote de basura municipal rebalsado de desechos. Incluso en algún momento pasó gente con cara de malandrines y los saludábamos como despistados y alegres turistas gringos, nada podía ser peor que Mantilhue. Más tarde un campista vecino nos informó que tuviéramos cuidado pues la noche anterior se había metido en una carpa unos tipos y habían acuchillado a un mochilero. No importaba seguíamos sonriendo.

Siguiendo la línea inevitablemente escatológica de este viaje, después de más de ocho días estíticos nuestras grandes esperanzas estaban puestas en el baño químico del camping. Cada uno con un rollito de confort en la mano esperábamos como un depredador que acecha a su presa que este quedará libre para atacar. Sin embargo, si habíamos llegado a las 18:00 al camping hasta las 20:00 no paraba de entrar gente al baño, la fila era más grande que la de cualquier otro servicio que se prestase en aquella locación ya que como ya dije era el pueblo entero y sus turistas los que estaban de juerga en el camping. Cuando finalmente fue mi turno y abrí aquel baño un hedor nauseabundo paralizo mis intestinos, solo una fugaz mirada en medio de ese cuchitril sin luz me permitió constatar que nadie había limpiado el sanitario en todo el fin de semana y peor aun, dado que el guater estaba rebalsado al doble la creatividad de los paseantes les había permitido innovar en los espacios de la cabina para verter lo suyo. El resultado 2 días más en estado de estitiquez.

Como sea, y a pesar de todo estábamos mejor acá que allá. De hecho después de varios días nos pudimos acostar a dormir después de las 7 pm, luego de tomarnos una sopa verdaderamente caliente y comernos unos súper ochos a precio de mercado. Estábamos muertos de cansados así que como sea esa parada en Entre Lagos que en otras circunstancias ni siquiera habría sido considerada por nosotros fue como recalar en un hotel de 5 estrellas.

Al día siguiente, después de una noche en que se escuchaba música popular, gritos de copulación, y otros de estrangulamiento, pero más o menos a lo lejos y que no daban para mermar nuestro descanso, nos levantamos a guardar nuestra cosas e ir a nuestro segundo destino del cual abrigábamos muchas esperanzas. Según Turistel y los lugareños la forma de salir de Entre Lagos hacia Osorno era tomar el servicio de mini buses que operaba todo el día y cada 10 minutos trasladando pasajeros entre los dos puntos. Así que nos dirigimos al Terminal de aquel medio de transporte.

Ese día lunes se percibía algo raro en el aire, después de la efervescencia dominical el lugar parecía un cementerio, no había casi nadie en las calles. La explicación del factor “Durmiendo la Mona” no era suficiente para tanta desolación. Quienes habrán visto la película de terror “28 días después” en que aparece Londres vacía podrán percibir en su dimensión lo que sentimos con mi amigo en ese momento. Siendo como las 11 de la mañana llegamos al Terminal de mini buses y estaba con candado cerradísimo. Un cartel grande escrito a mano nos develó de un golpe el misterio “Cerrado por Duelo”. Justo pasó un Entrelaguino por ahí y nos contó que esa misma mañana había muerto el dueño de la empresa de mini buses, que era el hombre más querido del lugar, compadre del alcalde y eterno filántropo de mil avances municipales. El pueblo era un paño de lagrimas mientras nosotros absolutamente insensibles cargábamos nuestra frustración, dos pesadas mochilas y un cúmulo cada vez más abultado de mala experiencia vacacionales.

- Que lastima caballero le dijimos al Nativo. Por nuestra parte no nos queda más que hacer dedo.

- Bien difícil lo veo – nos respondió el señor- no se quien los ira a llevar a niuna parte. Y estiro su dedo para mostrarnos el inmenso cortejo que se iba formando de cientos de autos rumbos al cementerio.

No lo podíamos creer era Entre Lagos completo quienes se iban al funeral, a un cementerio lejano que podía localizarse en cualquier dirección menos rumbo a Osorno como para que nos coláramos en el sepelio. Quedamos abandonados en un balneario fantasma, “Humberston” era un pueblo bullante en comparación al nuestro. Sin más remedio y posibilidades, sin lugar pa comprar comida ni refrescos, con el Sol pegando a más de 30 grados, desmoronados anímica e intestinalmente decidimos caminar como 3 kilómetros para salir del pueblo y llegar al camino que conduce a la carretera.

Cuando por fin llegamos nuevamente nos esperaba nuestra mala estrella, nos tocó que no era un sector de la carretera en curva o cierto zigzag ideal para estirar el dedo a un vehiculo que fuese a velocidad normal, sino que era una larguísima recta, en que los pocos autos que pasaban lo hacían “rajados” tipo formula 1 y además con la peor de las voluntades de transportar a este par de espantapájaros tristes que parecíamos. Pero finalmente y después de varias horas la providencia se apiadó de nosotros y alguien nos llevó a Osorno.

Está historia finaliza en el Terminal de buses de Osorno. Como comenté en la primera parte de esta serie, con mi amigo conversamos en la ida que jamás se nos ocurriría “ir al baño” en un bus. Para aprender a jamás escupir al cielo, una vez comprados los pasajes a Frutillar nos subimos al bus y sin decir nada y a casi 15 minutos de que este partiera descubrimos que tenía baño. Cristian tenía un rollo de confort, el mió yacía en mi mochila ya guardada en la maleta, con violencia lo disputamos, casi terminando en los combos, los pasajeros que subían no entendían nada. Allí culminaron nuestros días de estreñimiento, no entraré naturalmente en detalles asquerosos, sólo diré que también acabó nuestro sufrimiento general y descubrimos una nueva variante del “Síndrome de Beaucheff” aplicada al turismo, es decir de ahí en más cualquier lugar o sitio de acampada nos parecieron simplemente maravillosos.


Para ver la saga completa:

3 comentarios:

Natho47 dijo...

Me recuerdo de mis inolvidables viajes al sur a dedo.

Johny Shats Sitton dijo...

estoy probando

Pablo dijo...

Jajaja notable continuación de la saga !
Sobre todo el detalle del final, mezcla de animalidad y testosterona, caca + síndrome de Beaucheff, muy buena la historia... y además como tan mala suerte !!!!!